top of page
  • Foto del escritorPepe Ramos

ÚLTIMO RELATO FINALISTA

Lo prometido es deuda. Aquí tenéis mi último relato finalista. Fue con el que participé en el cuarto concurso de relatos de terror de la editorial DONBUK. Lamentablemente el libro ya no se puede adquirir puesto que está agotado, pero no preocuparos, aquí os comparto el relato, espero que os guste. Besos y abrazos a repartir.


COSAS DE CRÍOS


Llevaba tres días con sus noches llorando. Hay cosas en la vida que cuesta superar y aquella era una de ellas. Un maldito camión, se llevó por delante el coche que conducía su marido, no se pudo hacer nada. Cuando los bomberos llegaron al lugar del accidente para sacar los restos, no lo tuvieron fácil. Aquello era un amasijo de hierros y restos humanos, no se sabía dónde acababan unos y empezaban otros. El camionero, al que las exigencias de su jefe le habían hecho estar más de quince horas ininterrumpidas conduciendo, se había quedado dormido y se había cruzado al carril contrario, con la terrible fatalidad de que se llevó por delante la vida de aquel pobre hombre, cuyo único delito había sido circular por aquella carretera en aquel preciso instante.

Nada ni nadie podía consolarla. Aquel hombre bueno, justo, amable y cariñoso que había sido su marido, no volvería. No escucharía de nuevo la sonrisa franca y sincera de Pedro, ni vería aquellos ojos azules tan profundos en los que se perdía cuando lo miraba. Ni sentiría el contacto de aquella piel bronceada, curtida por los rayos del sol que, con solo rozarla, le hacía aflorar ese deseo apasionado que siempre fue su compañero de viaje. Ni siquiera la presencia de Julián, su angelito, su pequeño de apenas cuatro años fruto de uno de aquellos apasionados encuentros, podía ayudarla a superar aquella puñalada que había supuesto la pérdida de su marido.

Tan solo salió de la cama en la que permanecía desde que le dieron la noticia, para darle el último adiós a su marido en la iglesia donde se celebró el funeral, luego volvió a su habitación y allí permanecía, empapando con sus lágrimas una almohada que era su único consuelo. No quería visitas, no quería que la molestaran, de hecho, lo único que ansiaba era que la muerte, a la que veía como una compañera, la arrastrara para estar junto a Pedro. Eso es todo cuanto pedía.

-Quiero estar con mi mamá- decía Julián a su abuela mientras merendaba.

-Luego, ahora tu mamá, no se encuentra bien.

-¿Mi papá está en el cielo?- dijo de repente el pequeño con aquella inocencia propia de los niños.

Su abuela le miró a los ojos, eran azules como los de su padre, llenos de vida, pero con un halo de melancolía desde que su padre falleció. El concepto de vida o de muerte para los niños es algo difuso, algo que no acaban de asimilar, y todo lo que sabía es que su padre ahora estaba en un lugar mejor, un lugar donde no era triste, donde todo era alegría, un lugar al que le decían cielo. Una lágrima rodó por la mejilla de aquella mujer que intentaba que Julián comiese su pan con chocolate y le dijo:

-Si alguien merece estar en el cielo, ese es tu padre, no habrá nunca nadie tan bueno como él.

-¿Y estará feliz?

-En el cielo todos son felices, cariño.

El pequeño bajó la cabeza, pensativo, mientras daba pequeños bocados a aquel trozo de pan y aquellas onzas de chocolate. Parecía un pequeño hombrecito, con las ropas que le habían puesto para la terrible ocasión. Aunque la camisa, otrora blanca, ahora mostraba manchas aquí y allá. La abuela se levantó, se acercó a la puerta donde descansaba su hija y solo escuchó el sonido de sus gemidos. El golpe había sido demasiado duro. Solo esperaba que pudiese recuperarse pronto, aquel angelito la necesitaba, y ella también. Volvió a la cocina, le preguntó al pequeño si quería jugar un rato, pero dijo que no le apetecía que lo quería era dibujar, así que se marchó a su habitación, donde cogió un cuaderno, sus lápices de colores, se tumbó en el suelo y empezó a llenar aquella hoja en blanco con los garabatos propios de un niño de su edad. La abuela desde el quicio de la puerta le miró, y sonriendo se dijo para sus adentros viendo aquellos trazos difícilmente definibles:

-Cosas de críos-

Tras recoger un poco la cocina, se marchó a su habitación, pero el cansancio del día, la dureza de todo lo ocurrido le pudo y casi sin quererlo se quedó dormida.

Dos horas más tardes aquel niño, cansado de pintarrajear, se levantó, llamó a su abuela y viendo que esta no contestaba salió a buscarla. Al pasar junto a la puerta de la habitación donde descansaba y viendo que estaba entreabierta se asomó. Vio como dormía y no quiso molestarla. Luego se encaminó hacia la de su madre. No hacía falta acercarse mucho para oír los lamentos, los suspiros que aquel cuerpo lleno de dolor emitía. Volvió sobre sus pasos, tenía sed así que cuando pasó junto a la puerta de la cocina entró y aunque sabía que no debía coger las cosas de cristal el solo, cogió un vaso, se acercó al grifo y llenó el recipiente. Se sentó en una de las sillas de la estancia y vació el vaso con pequeños sorbos. Cuando acabó dejó el vaso en el fregadero y cuando se disponía a salir de la cocina una idea cruzó por su cabeza.

Cosas de críos.

Poco después abría la puerta de la habitación de su madre. Seguía sollozando y ni siquiera se había dado cuenta de que alguien había entrado.

-¿Mamá?- preguntó.

Por única respuesta el quejido lastimero de su madre, un suspiro profundo, y más sollozos. Se acercó a la cama. A la tenue luz de la lamparilla de la mesita de noche, un objeto entre las manos del niño brilló. Se subió a la cama y clavó una y otra vez el cuchillo que había cogido en la cocina en el cuerpo inerte de su madre, que ni siquiera se molestó en moverse, dejándolo clavado justo en el corazón. Aquella última puñalada fue la que acabó con su vida. El niño se acercó a su madre le dio un tierno beso y le susurró al oído:

-Ya no tienes que llorar más, mamá, ahora estarás en el cielo, con papá y serás feliz.

Con una tierna sonrisa, salió de la habitación, se fue a la suya, se tumbó en la cama y se durmió. Cosas de críos.

2 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page