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  • Foto del escritorPepe Ramos

DÍA 9, RELATO 9




ALGO ACECHA EN LA OSCURIDAD


La oscuridad lo envuelve todo. El silencio también. He intentado moverme, pero las cadenas en brazos y piernas me lo impiden. De todas formas, de poco me hubiese servido la luz. Me han arrancado los ojos. He intentado gritar, pero nada ha salido de mi garganta, han extraído mis cuerdas vocales. Tengo frío, ninguna ropa cubre mi cuerpo. No sé qué hago aquí, ni siquiera recuerdo como he llegado, lo único cierto es que mi cuerpo está destrozado, me duele hasta el alma y nada ni nadie puede rescatarme. Nadie sabe dónde estoy. Desconozco el tiempo que llevo atrapado en estas cuatro paredes que me sirven de prisión y sin duda de tumba también. Aguardo la muerte, no tardará en llegar, lo presiento y la espero con impaciencia, no tengo fuerzas para luchar.


Quisiera tumbarme y esperar a que venga, pero no puedo, ni siquiera puedo sentarme, las cadenas me lo impiden. Levanto la cabeza y escucho con atención, parece que algo acecha en la oscuridad. No es una cosa, son muchas. Se arrastran, las oigo, pero también vuelan o eso creo. Se oyen ruidos por todas partes, han salido de la nada y de repente, su presencia lo llena todo. Son fétidas, abominables, surgidas de algo obsceno y que no puede ser de este mundo.


Se acercan oigo su respiración, sus quejidos, sus lamentos. Están llenas de odio, de maldad y no les importa nada lo que pueda ocurrirme, sólo soy un elemento más en su cadena alimentaria. Hay algo en ellas aterrador, un escalofrío me recorre el cuerpo ¡están riéndose!, burlándose de mí. Me acorralan, las noto reptando sobre mis piernas, posándose sobre mis brazos. Su viscosa masa se derrama sobre mí lo llena de algo atroz que penetra cada poro de mi piel. Me abraso, quiero gritar y no puedo. Aquello sigue recorriendo cada rincón de mi ser, alimentándose de él, y a cada momento que pasa, noto como la vida se me escapa. Y en el fondo es un alivio.


Quema. La piel me arde. Quiero que todo acabe. Dolor. Eso es lo que siento, un dolor tremendo que recorre todo mi cuerpo llega al cerebro y se clava como puñales de fuego en mis neuronas. Ahora oigo otras cosas. Su olor es nauseabundo lo llena todo, llega a mis fosas nasales y las envuelve. Su putrefacto aliento me marea y el dolor es tan intenso que desfallezco. Mi esencia se evade y yo con ella. Todo acaba. Me veo a mí mismo rodeado por lo que acecha en la oscuridad. Estoy flotando, veo la luz, voy hacia ella. Por fin soy feliz. De repente la luz se apaga. La oscuridad lo llena todo de nuevo. Se oyen risas, carcajadas pronunciadas por gargantas surgidas de lo más profundo de la maldad más absoluta. Ahora sí es el fin…

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