FRIO
El chirriar de la ventana agitada por el viento, le estaba sacando de quicio. Ráfagas de aire gélido se colaban entre las hojas de esta, lamiendo su rostro y haciéndole estremecer de frío. Escalofríos le recorrían la espalda y tiritaba sin cesar, y unas gordas gotas de sudor helado rodaban por su frente. Aquello, después del sufrimiento y las heridas que llevaba encima era demasiado tormento. Quería acabar con todo y cerrar la maldita ventana, silenciar aquel ruido que le martilleaba las sienes, deseaba tener algo con lo que cubrir su cuerpo desnudo. Pero nada podía hacer. Estaba encadenado a aquella cama que acabaría convirtiéndose en su tumba. Entonces la puerta se abrió. Una mueca de terror apareció en su rostro, cuando vio el del que le mantenía cautivo. Intentó gritar, pero no pudo, no tuvo tiempo, la muerte en forma de espada afilada se lo llevó para siempre.