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  • Foto del escritorPepe Ramos

DÍA 2, RELATO 2

Lo prometido es deuda, besos y abrazos a repartir





SANGRE Y ARENA


Era la primera vez que visitaba la ciudad de Córdoba y se había quedado prendado de esa belleza árabe que desprendía por los cuatro costados. Había visitado la mezquita y quedó perdidamente enamorado de ese edificio y ahora vagaba sin rumbo por las calles contemplando todo cuanto le rodeaba y entonces vio el museo Arqueológico y decidió entrar. Era un amante de la historia. Le apasionaban las historias egipcias y la cultura romana. Observó con detenimiento todas las piezas de la exposición y se quedó contemplando con gran interés el Mosaico del Cortejo Báquico. Le parecía una obra magnífica para la época. Siguió recorriendo el museo deleitándose en cada una obra de las obras que lo integraban. Entonces, cuando se encontraba observando una de las piezas del patio romano, concretamente una figura sin cabeza y sin brazos y ataviada con una túnica, algo se le cayó al suelo y al agacharse a recogerlo se apoyó sobre la figura. Inconscientemente cerró los ojos.


Al abrirlos no podía creer lo que veía. ¡Aquello era el Coliseo Romano! Y él se encontraba en medio de la arena, con una lanza en la mano y una red en la otra. Miró a su alrededor y comprobó que no se encontraba solo, había varios gladiadores más y todos ellos estaban ataviados como él y algunos tenían sangre sobre su cuerpo. Le temblaron las piernas e intentó dar un paso atrás para alejarse de un ataque furibundo que alguien le lanzaba con un escudo que parecía muy pesado, pero tuvo mala suerte y resbaló y cayó de espaldas. En ese momento el público empezó a reírse y a él aquella escena no le parecía en absoluto graciosa. No veía donde estaba la gracia de un hombre tumbado en el suelo, medio indefenso y con una mole de casi dos metros de alto por uno y medio de ancho abalanzándose a toda velocidad, con intenciones nada cariñosas, sobre su persona.


Casi no tuvo tiempo de reaccionar, pero ese mecanismo que todos tenemos y que la madre naturaleza, tan sabia ella, nos ha dado a todos y que se llama instinto de supervivencia se puso en marcha y en cuanto el escudo estaba a punto de golpear sobre su cara, rodó hacia su derecha y éste golpeó con gran estruendo sobre la arena del circo. Un enorme ¡Oh! surgió de la boca de los miles de asistentes y la gran mole, ofendida por haber fallado el golpe, se giró y le miró a los ojos.


Eran los ojos de un loco. No se podían definir de otra forma. Se incorporó como pudo y se colocó en posición de ataque, pero ya no tenía la lanza, esta se le había caído cuando tropezó. Sólo tenía una red que de bien poco le iba a servir ante aquel ser musculado por todas partes que una vez más se abalanzaba sobre él. Y entonces se agachó, cogió un puñado de arena y… …y se encontró de nuevo junto a la figura del patio del museo. Un sudor frío le recorría el cuerpo y una sensación extraña le embriagaba. Todo había sido un sueño, o algo producto de su imaginación, ¡aunque le había parecido tan real! Se incorporó y entonces se dio cuenta de que todavía tenía la mano cerrada, aferrándose a algo, y al abrirla un puñado de arena cayó sobre el suelo enlosado del patio del museo…

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