TRISTE AMOR
Le había regalado el más bello y espectacular ramo que nunca había visto. Tantas veces había mirado a su amado, que veía su rostro en cada uno de los hombres con los que se cruzaba por el camino. Saborearon el champán y los bombones, y se susurraron tiernas palabras de amor y pasión. Jugaron a caricias furtivas bajo los manteles del restaurante sintiendo estremecer sus cuerpos del deseo contenido. Bailaron pegados, dejando que sus manos recorriesen cada centímetro sobre las ropas que llevaban. Salieron del restaurante y se miraron, él cruzó la calle para abrirle la puerta del coche. Un vehículo surgió de la nada y acabó con su vida en un suspiro. Ahora caminaba con el ramo en una mano, las lágrimas por única compañía y la tristeza como camarada. Había subido a lo alto del puente. Lanzó el ramo hacia el cielo y tiró un último beso. “Siempre te querré”, dijo. Saltó.
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