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  • Foto del escritorPepe Ramos

DÍA 10, RELATO 10




LLAMADA MORTAL


Las calles estaban abarrotadas de gente aquella mañana en la que todo ocurrió. Nada hacía presagiar la desgracia que iba a llenar aquellas vías de cuerpos sin vida. Han pasado muchos años desde que la ciudad se tiñó de rojo y nadie quiere hablar de lo ocurrido. Saben lo que pasó, pero nunca van a confesar lo sucedido porque son responsables. Pero yo lo sé, y ahora, escondido en un sucio cuchitril, con una lámpara por única luz, una mesa y estos folios, intento contar la verdad antes de que me encuentren y lo harán. Soy el único cabo suelto que queda de esta conspiración y no pararán hasta matarme. Llevo tres días escribiendo sin parar, sin comer y casi sin dormir y no me queda mucho más. Estoy divagando, necesito centrarme. Era un día de esos típicos de primavera que a todos nos gusta, con un cielo azul precioso y con el canto de los pájaros oyéndose en cada árbol de la ciudad. La gente caminaba ajena a todo, escuchando sus reproductores de mp3, jugando con sus consolas portátiles o simplemente disfrutando de un agradable paseo bajo un sol que brillaba con toda su majestuosidad en un cielo impoluto. Los niños sonreían cogidos de la mano de sus padres y todo era felicidad.


No iba a durar mucho. A muchos kilómetros de distancia de la tierra, en órbita sobre la misma, un satélite de comunicaciones recibía una extraña señal que tenía que reenviar, al mismo tiempo, a cientos de número de teléfono de aquella ciudad. Aquella llamada iba a teñir de sangre aquel tranquilo rincón del mundo. El satélite empezó a girar sobre sí mismo, mientras sus antenas se desplegaban y se dirigían con precisión milimétrica hacia los repetidores repartidos por todos los lugares de la urbe. Simultáneamente, todos los teléfonos móviles de los habitantes de la zona empezaron a sonar. Todos a la vez. Ajenos a lo que el cruel destino les deparaba, aquellos pobres ingenuos descolgaron. Fueron cayendo uno tras otro fulminados con muecas de horror en sus rostros y sangrando por la nariz. No conocieron la causa de su muerte.


He oído un frenazo y sé que son ellos. Provocaron el accidente. Dicen que era un experimento de un nuevo sistema de comunicaciones que falló, pero se trataba de una nueva arma capaz de freír los cerebros con microondas. Y lo sé por una razón: yo la diseñé. Han entrado en el edificio, y bajan las escaleras no tardarán en encontrarme y sólo tengo segundos para esconder esto antes de que lleguen y que el mundo sepa lo ocurrido.


Golpes en la puerta. Han entrado. Disparan…

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