En esta ocasión se trata de cartas, ambas publicadas en el libro Cartas Quemadas de la Editorial Ojos Verdes Ediciones, en la sección otras colaboraciones encontraréis el enlace de compra. Espero que os gusten, besos y abrazos a repartir.
CARTA DE UN PADRE A UN HIJO
Querido hijo:
Eres la pequeña luz que ilumina esta casa, tus carreras, tus sonrisas, tus ganas de descubrir cosas. No te pareces en nada a tus hermanas. Sé que eres un gran estudiante, que tienes grandes proyectos en mente y que conseguirás muchas cosas, pero no creo que todo lo que desees sea posible.
Como padre, tengo la obligación de intentar educarte de la mejor manera posible, tengo que formar parte de tus sueños y de tus realidades, y cuando los primeros confunden a las segundas tengo que acudir a tu rescate. Es bueno soñar, pero hay cosas que simplemente se quedan en eso, en sueños y es mejor centrarse en aquellas cosas que de verdad son importantes.
Me encanta que quieras ser piloto, es una gran idea, pero olvídate de llegar a la luna, es una quimera, es imposible, pon tus pies en el suelo, en el de nuestro planeta y deja de soñar en la luna, nunca pondrás tu pie en ella.
Con cariño
Stephen Koenig Armstrong (Padre de Neil Armstrong)
CARTA A UN AMIGO
Apreciado Antonio:
Estarás tan sorprendido como yo de que utilice el papel para ponerme en contacto contigo, pero es que desde que llegué a la cabaña que heredé en el lago, todo han sido problemas.
Desde el primer día internet dejó de funcionar, no sé si achacarlo al mal tiempo que está reinando por aquí, y que solo parece afectar a la zona en la que me encuentro, pero todo aquello que tiene que ver con la tecnología no funciona, ni el portátil, ni la tablet, ni el teléfono. Estoy incomunicado y la carretera que une esta cabaña con la ciudad, está cortada, las tormentas han provocado la caída de varios árboles.
Aunque me avergüence decirlo, estoy empezando a sentir miedo. Por la noche se oyen ruidos extraños, como si alguien arrastrase cadenas, se oyen carcajadas que tienen la virtud de ponerme los pelos de punta, incluso gritos. He subido a la buhardilla y lo único que hay es mucho polvo, pero nada más. Todavía no he tenido el valor de registrarla, pero debo hacerlo sin falta.
Las noches son frías, y nunca había visto unas tormentas como las de aquí. Por la mañana la niebla es espesa, tanto que apenas consigo ver más allá de mis narices. Pero no son solo los ruidos nocturnos los que me aterran. También lo hace la cabaña. Tiene un tacto desagradable, aunque está hecha de madera, pero al tocarla… es como si los dedos se hundieran y tiene un sonido rítmico, como… no quiero que me llames loco, pero parece un corazón latiendo.
Cada vez me cuesta más dormir, apenas puedo pegar ojo, y cuando me levanto tengo unas ojeras espantosas, un dolor de cabeza terrible y me siento enormemente cansado. Mientras escribo estas líneas he decidido que más tarde subiré a la buhardilla mientras queda algo de luz, debo saber que pasa allí arriba si no quiero que la locura acabe tomando las riendas a la poca cordura que me queda.
Un poco más tarde
Todavía sigo temblando. Esta casa es aún más aterradora de lo que me pensaba y mañana me iré de aquí como pueda. Esa buhardilla… he encontrado una caja llena de fotografías antiguas. Imagino que debe ser de los antiguos moradores. Sus caras… no son humanas. No sé cómo definirlas, pero desde luego tienen poco de humano y mucho de monstruo. Bajo las fotos he encontrado un libro y solo su nombre me causa pavor: De Vermis Mysteriis, lo peor es el material con el que está hecho, ¡parece piel humana! Ahora que acabo de bajar, han vuelto los sonidos de antes, el arrastre de cadenas, los gritos, las carcajadas, pero ya no los oigo en la buhardilla… están por todas partes, me rodean, me buscan, quieren mi alma….
(La carta fue encontrada varios años después, nunca llegó a enviarse, nunca se encontraron cuerpos. Los sonidos siguen, y las carcajadas también, según afirman los que se atreven a acercarse)