top of page
Foto del escritorPepe Ramos

Os comparto un relato


Aquí os dejo un relato extraído del libro "Bocados de terror". Espero que os guste, besos y abrazos a repartir.

LOS SECRETOS DEL MUSEO

No suelo ser una criatura de la noche, más bien todo lo contrario Cuando la luna se enseñorea de la oscuridad y el astro sol le ha cedido el escenario, yo suelo estar en casa, pegado al sofá y delante del televisor viendo cualquier cosa que se emita, con una cerveza bien fría en la mano y una bolsa de palomitas en la otra. Pero ese día tuve la necesidad de salir, de tomar algo de aire fresco y de estirar un poco las piernas. Paseaba sin rumbo fijo, sin encaminar mis pasos a ningún lugar en concreto, simplemente recorría las calles, con la mirada perdida, ausente, sin prestar atención a lo que ocurría a mí alrededor. Tengo que confesar que la noche estaba preciosa, corría una ligera brisa que se agradecía y la reina de la noche brillaba majestuosa.

Me había alejado de mi domicilio y sin saber muy bien por qué, encaminé mis pasos hacia el museo de Historia de la ciudad. Bueno si tengo que ser sincero, confesaré que es uno de los edificios que más me gustan de la villa. Siento atracción por él y posiblemente de manera inconsciente, fue eso lo que me llevó hasta sus cercanías. Tenía un aire antiguo, no sabría definir su estilo arquitectónico, pero sus tejados puntiagudos, y sus torres siempre me recordaron a un castillo, y puede que hace muchos años lo fuera. Lo cierto es que aquel edificio ejercía una insana fascinación hacia mí, casi diría que enfermiza. Y fue en los aledaños del museo cuando lo vi. En la puerta trasera había una gran furgoneta negra aparcada lo cual no tendría nada extraño en otras circunstancias, pero tenía las luces encendidas y las puertas traseras abiertas, y la del museo también lo estaba, entornada y casi no se apercibía, pero lo estaba. Que una furgoneta se encontrase allí no sería extraño, lo normal es que a un museo lleguen artículos y lo hagan en vehículos como ese, sobre todo porque algunos de ellos son grandes, pero las once de la noche, no me parece la hora ideal para semejantes maniobras.

Me acerqué con todo el sigilo del que soy capaz, que para que negarlo, no es mucho, y procurando que las pocas luces que emitían las farolas no me iluminasen y conseguí acercarme lo suficiente para ver el vehículo perfectamente. Era cierto, la parte trasera estaba abierta y en su interior había alguien. Me disponía a acercarme un poco más cuando lo que ocurrió entonces me dejó estupefacto y sorprendido: un grupo de personas, vestidas completamente de negro, encapuchados y con túnica, se encaminaban, ocultos entre las sombras que la poca luz de la zona cercana al museo propiciaba, hacia la entrada trasera del mismo. No entendía que significaba eso, pero si de algo estaba seguro es que no es lugar para procesiones, esas se hacen en monasterios o lugares semejantes. Aquello no era normal. Pero mis sorpresas no acababan ahí. Me disponía a dar un paso hacia la puerta abierta porque ya había acabado el desfile de los extraños personajes, cuando de la furgoneta salieron dos personas que llevaban a una tercera con la cabeza tapada y que se agitaba de manera nerviosa, queriendo claramente huir de sus captores. Miraron en todas direcciones y como no vieron a nadie se introdujeron en el museo.

Mi curiosidad aumentaba y no podía quedarme allí sin saber que pasaba, así que crucé la calle, y viendo que no quedaba nadie en la furgoneta, aunque seguía con las luces encendidas, y dándome cuenta de que la puerta estaba abierta, me introduje en el interior del edificio. Yo conocía el museo por la parte principal, donde están las exposiciones y nunca había visto la parte trasera ni me hubiese imaginado algo así: un pasillo enorme más largo de lo que daba a entender la fachada, lleno de trastos por todas partes y una puerta casi al fondo, oculta parcialmente por unas cajas acumuladas a su lado. Dirigí mis pasos hacia allí notando como el corazón latía con fuerza queriendo escapar de mi pecho, con miedo a que me descubriesen y lo más difícil, caminar entre tanto cacharro sin tropezar con nada para no hacerme notar.

La puerta estaba abierta así que cómo la curiosidad que tenía era tan grande, decidí atravesarla, menos mal que antes de hacerlo tuve cuidado de mirar por ella porque nacían unas escaleras que se dirigían al sótano (suponía porque nunca me imaginé que hubiese uno), del museo. Si no llego a fijarme hubiese caído rodando por ellas y mi presencia hubiese sido detectada en seguida. La luz era escasa en aquellos estrechos escalones y estuve a punto de tropezar varias veces. Al final se veían luces, posiblemente de algún tipo de iluminación artificial como velas o algo así porque no era intensa y oscilaba. A medida que descendía, por aquellas mugrientas galerías me iba pegando más y más a la pared. De repente el corazón me dio un vuelco y a punto estuve de gritar, una rata enorme se frotaba contra mis piernas, le di una patada para que se alejase y respiré para tranquilizarme. No es que el aire fuera muy puro, tendría que decir que más bien estaba cargado y olía a humedad, pero necesitaba tragar una buena bocanada de lo que fuera para evitar chillar.

Del fondo me llegaba una extraña letanía, como si un grupo de gente estuviese cantando, cosa extraña por supuesto, pero no menos que todo lo que me estaba ocurriendo y que si no fuese porque lo estaba viviendo en primera persona, no lo creería nunca. Continué descendiendo y llegué a un punto en el que conseguí vislumbrar que era aquel sitio. Tenía el aspecto de una cueva, como si se hubiese escarbado la tierra para construirla, puesto que sus paredes eran irregulares, pero era amplia y ahora que me fijaba la luz provenía de unas antorchas colocadas estratégicamente en intervalos regulares. Ahora se oía claramente lo que aquellas voces cantaban, pero tampoco me servía de mucho pues parecía ser un idioma que desconocía o tal vez una de esas canciones sin sentido que a veces se cantan y que nadie sabe qué significan tipo aserejé. Pero tampoco ese era el lugar para ese tipo de manifestaciones.

Todo me estaba empezando a resultar extrañamente misterioso, y escalofríos comenzaban a recorrer todo mi cuerpo, el miedo hacía que me atenazara y por un instante me pareció oír mis dientes castañear, pero afortunadamente el ruido procedía del interior de aquel antro. Me agaché para asomarme al interior y desde el lugar en el que me encontraba no podía vislumbrar gran cosa, tenía que bajar un poco más todavía con el riesgo de que me pudiesen ver y entonces no creo que me viese con fuerzas ni ganas de subir los escalones de vuelta. Así que me armé de valor y descendí un poco más. Conseguí formar un ente con la pared de lo pegado que me encontraba, y entonces miré hacia el interior.

Si hubiese sido un muñeco mi mandíbula hubiese caído al suelo por lo inesperadamente rápida que la abrí y por la sorpresa que me produjo observar lo que en aquella gruta había. Vi cientos de personas ataviadas con aquella túnica con capucha negra que ya vislumbré en el exterior, pero los que yo vi entrar apenas eran una decena, por lo que deduje que fueron llegando a oleadas y aquellos habían sido los últimos.

Todos miraban en la misma dirección y tenían las manos alzadas ondulándolas al ritmo de la letanía que cantaban. Pude ver un rincón, al que la luz de las antorchas no llegaba y permanecía en penumbras, si conseguía llegar hasta allí podría ser testigo de excepción de lo que ocurría sin que me viesen. Eso suponía abandonar la seguridad de mi posición en la escalera y arriesgarme a que, en el intento de llegar hasta allí alguien pudiese fijarse en mí.

No soy amigo de los riesgos, ni de acciones arriesgadas, ni siquiera me atrevo a cruzar la calle cuando el semáforo está rojo y no pasan coches, por si tropiezo con el bordillo y me caigo por el subidón de adrenalina que me produce, pero pensé que ya que había llegado hasta aquí tenía que llegar hasta el final y dejar que mi curiosidad se saciase y desbordase. Así que me armé de valor, respiré profundamente, tanto que casi toso, y me aventuré a atravesar los apenas tres metros que me separaban desde el punto en el que me encontraba hasta el lugar en penumbras de la cueva.

Casi me caigo al chocar contra el último escalón y ahogué un grito cuando noté el afilado borde del mismo sobre mi tobillo, menos mal que no lo hice y conseguí llegar a mi refugio en el momento justo en el que uno de los presentes situado al final de la sala se giraba, tal vez al escuchar mi torpeza. Menos mal que solo hizo eso y no algún movimiento hacia la entrada de la gruta. Tardé unos instantes en acostumbrar mis ojos a aquella semi penumbra y cuando lo hice nuevamente la sorpresa me golpeó. Aquella cueva era enorme, mucho más de lo que yo mismo había imaginado, y posiblemente ocuparía no solo la parte baja del museo, sino también la de los edificios adyacentes, pero la única forma de acceder a ella era la puerta o abertura que yo había atravesado. No iban a acabar allí mis sorpresas. Al fondo se veía lo que parecía ser un escenario, porque estaba un poco más elevado que el resto de la sala y lo que allí vi me heló la sangre. Dos encapuchados sujetaban a una mujer, imaginé que sería la misma que sacaron de la furgoneta porque tenía la cabeza tapada de la misma forma que la figura que vi descender de la misma. Sin previo aviso le arrancaron las ropas y la dejaron completamente desnuda, y le encadenaron a dos columnas que sobre el escenario se vislumbraba. Quise gritar, correr hacia ella y sacarla de allí, pero era imposible si lo hacía me descubrirían, así que esperé un poco más para ver como se desarrollaban los acontecimientos.

He de confesar que tenían buen gusto, la mujer era realmente hermosa y estaba bien dotada. Sí ya sé que no queda muy bien hablar de eso, pero el lado masculino me puede. Allí me encontraba observando aquel cuerpo bendecido por la naturaleza cuando ocurrió lo más terrible. Uno de los encapuchados se acercó a ella con un enorme cuchillo en las manos. Aquella pobre mujer tenía la boca tapada, pero sus ojos eran el reflejo del terror más profundo e intentaba por todos los medios soltarse de aquellas cadenas que eran su prisión sin conseguirlo. El canto subió de nivel, ahora era más fuerte, y el ritmo al que movían su cuerpo también se aceleró. La locura y el frenesí lo estaban invadiendo todo. Entonces me di cuenta de un detalle que hasta ahora me había pasado desapercibido: el aire que se respiraba allí dentro tenía un olor particular que identifiqué con incienso o algo parecido.

Sobre el escenario el hombre que tenía el cuchillo, y digo hombre porque se había bajado la capucha y aunque estaba de espaldas pude verle la calva, levantaba los brazos y gritaba, mientras los demás respondían a lo que parecía ser una oración elevada a saber a qué dios abyecto y ajeno a este mundo. Entonces todos los presentes se desnudaron, arrojaron sus túnicas y pude comprobar que no solo había hombres, sino también mujeres, algunos eran mayores, otros jóvenes, una amalgama de gente extasiada y permítaseme la expresión, fumada.

Y fue cuando no pude evitarlo y grité, aquel hombre calvo levantó el cuchillo con intenciones de herir gravemente a la mujer allí atada y un rotundo ¡NO¡ surgió de mi garganta. Entonces todos dejaron de cantar y se giraron hacia mí con intenciones nada claras. Desde el escenario el hombre me señalaba y ordenaba a los demás que me cogieran y vivo. No fue aquello lo que me hizo salir de mi escondite y subir las escaleras como un poseso, si no lo que dijo después: qué serviría de sacrificio a su dios. No soy hombre muy creyente, pero lo de servir de ofrenda a alguien al que no conozco y que seguro que es horrendo y ajeno a este mundo no me hacía ninguna gracia.

Corrí todo lo que pude y con toda la rapidez que fui capaz, y subí los peldaños de la estrecha y sucia escalinata. Bien es cierto que jugaba con la ventaja de que aquellos y aquellas que querían cogerme tendrían primero que vestirse, pero aun así y todo casi consiguen atraparme antes de llegar al final. Una vez arriba les arrojé unas cuantas de las muchas cosas que sobre el pasillo se hallaban y eso definitivamente me ayudó a huir. Durante un buen rato deambulé por las calles corriendo de un lado a otro buscando el refugio de las sombras, hasta que finalmente, extenuado me escondí en un soportal. Permanecí allí un buen rato, recuperando el aliento y con un ojo vigilante por si veía aparecer a los encapuchados. No los veía por ningún lado. Cuando finalmente me sentí seguro, me decidí a acudir a la comisaría más cercana para contar lo ocurrido y que pusiesen fin a semejante atrocidad y locura. Eso es lo que me trajo aquí, son los que se encontraban más cerca y ahora les toca a ustedes acabar con todo…

Esperen, ¿qué qué significa esa sonrisa? ¿De dónde han sacado esa túnica y esa capucha? ¿Por qué se la están poniendo? ¿Qué está pasando? ¿Por qué me están rodeando? ¿Por qué me tapan la bo… mfdfdfdmdkfdmkfmdfd?

1 visualización0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page